A 57 años de la Revolución Fusiladora

A 57 años de la Revolución Fusiladora

Por Fermín Chávez, Revista Primera Plana Nº 507, 13 de septiembre de 1973.

La cuarta invasión inglesa

La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.

Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin. Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que delatan a los carteristas novicios. En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de juego en que los legos debieron enfrentar, con desventaja, a los fulleros.

La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha. Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto también que lesionó duramente la esfera de influencia de los británicos.

En un olvidado artículo periodístico, de 1957, Juan Perón señaló que la llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía-, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”.

En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un “contrato de locación de servicios” con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”.

Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la pérdida que el cambio de política petrolera significaba para ellos, y que decidieran intervenir, contando como contaban con fuertes aliados en la marina de guerra argentina. Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos. El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado en el invierno de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a relaciones internacionales. En menos de dos años el cuadro varió visiblemente. El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio su famosa clase contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto impresionó a los jefes de las Fuerzas Armadas. El 31 de agosto la comentó el periódico Die Welt, de Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su corresponsal.

El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la Argentina librada al apetito de los consorcios internaciones, se convirtió en el enemigo más enconado e intrigante de Perón. Los misteriosos “accionistas franceses” de la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior. Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz, estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el movimiento expropió La Prensa y lastimó a la oligarquía en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el orgullo de clase.

Finalmente en la consolidación “moral” del frente antiperonista interno jugaron un papel importante las logias masónicas y otras agrupaciones típicas de la burguesía antinacional.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

Decreto 4161 – Prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista

El decreto que se reproduce en parte aquí, firmado el 5 de marzo de 1956 y publicado cuatro días más tarde, prácticamente nos exime de comentarios. Expresa el irreductible enfrentamiento de la sociedad argentina de mediados de siglo XX. La fuerza peronista, que alcanzó el gobierno en febrero de 1946, contaba con la amplia participación del  movimiento obrero organizado. Luego de casi ocho décadas de historia, y a pesar del exorbitante peso del estado en la vida sindical, los trabajadores organizados alcanzaron las mayores conquistas políticas y sociales.

Sin duda alguna, el alzamiento golpista comenzado el 16 de septiembre de 1955, que depositó al General Lonardi el 23 de septiembre en la Casa de Gobierno, tenía varios condimentos. Si Lonardi podía aspirar a sostener algunas de las características del proyecto peronista, sin el personalismo de Perón, quienes lo sucedieron llevaban en sus espaldas la fuerza del rechazo a las conquistas que había adquirido el movimiento obrero en los últimos trece años. Los grupos más radicalmente liberales y antiperonistas, lograron aislar a los seguidores de Lonardi en una Junta Consultiva Nacional. Caía así la primera cabeza del golpe del ’55. El 13 de noviembre asumió Pedro Eugenio Aramburu, adoptando rápidamente duras medidas represivas contra el peronismo y los trabajadores. Se iniciaba así un ciclo de violencia social y política sin antecedentes en la historia nacional.

Fuente: Boletín Oficial de la República Argentina, 9 de marzo de 1956.

Queda prohibida en todo el territorio de la Nación: a) La utilización, con fines de afirmación ideológica Peronista (…) o propaganda Peronista, por cualquier persona (…) de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter… Se considerará especialmente violatoria esta disposición, la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “ justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición” la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales  “Marcha de los Muchachos Peronista” y  “Evita Capitana”  o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos”.

Decreto Presidencial de firmado por Pedro Aramburu, Isaac Rojas y Álvaro Alsogaray

Fuente: www.elhistoriador.com.ar