El Carancho golpista argentino

El Carancho golpista argentino

En el país de no me acuerdo (María Elena Walsh) Pareciera que la opinión pública y  gran parte de la sociedad, se ha olvidado de tanta sangre que se derramó en nombre de la “liberación” de la Patria, y no sólo en nuestro país, sino en toda la América y el mundo.

La ecuación es la misma en todas partes: el Establishment compuesto por Poder económico financiero, las oligarquías y medios de comunicación monopólicos que se vieron “amenazados” por distintos gobiernos y procesos populares, o “populistas” dicen ellos, que vienen a poner en discusión sus intereses corporativos ¡Y claro! Se les van cayendo los castillitos que impunemente forjaron para adueñarse de todo con el apoyo externo de embajadas y hasta de servicios secretos de inteligencia.

Durante el siglo XX  el carancho fue ese pigmeo pero necesario sujeto que servía como frutilla del postre para que las fuerzas militares vengan con sus tanques y declararan un golpe de Estado. En Argentina se lo hicieron a Hipólito Irigoyen en el ‘30, a Juan D. Perón en el ’55, a Arturo Illia en el ’66, y en otras latitudes de nuestra América Latina como en Paraguay (1954) a la cabeza del dictador Alfredo Stroessner quien se mantuvo en el poder hasta 1989 y a Salvador Allende en el ’73 al frente del fascismo pinochetista. De regreso a nuestra patria, apoyaron el golpe del ’76 y en el advenimiento de la democracia acorralaron a Raúl  Alfonsín para que firmara el pacto de Olivos y con él el consenso de Washington.

Golpe suave o golpe parlamentario: la desestabilización del siglo XXI

El primero en sufrir esta metodología en el nuevo milenio fue el pueblo venezolano, que desde 1998 a la cabeza del comandante Hugo Chávez venía produciendo una revolución instalando en toda América Latina el concepto de Socialismo del siglo XXI. Como mostró el documental "la revolución no será transmitida", ya no necesitaron de las fuerzas armadas o de “seguridad” para tumbar gobiernos, sino del poder financiero, de los bancos, de los medios masivos de comunicación oligopólicos o del comúnmente hecho conocido como “muerto que tiran”. ¿Se acuerdan de Celaya en Honduras o ya pasó de moda? ¿De Fernando Lugo en Paraguay con una operación digitada por la oligarquía y los servicios del imperio que dejó como saldo la muerte de 11 campesinos y 6 policías, hecho por el cual el Presidente fue destituido?

Los hechos transcurren y se los repite hasta al cansancio para avivar la llama de otros posibles atentados a la democracia. Pero al cabo de  meses o un par de años, pareciera que un tipo de amnesia se apoderara de la gente y todo vuelve a la “normalidad”, como si nada hubiera pasado. Se lo hicieron a Rafael Correa con la sublevación policial, al Kirchnerismo primero con el conflicto del campo en el 2008 y luego en diciembre de 2013 con el levantamiento y acuartelamiento policial en 17 de las 23 provincias, que dejó varias muertos. Se lo hacen hoy al Presiente Maduro en Venezuela, como a Allende en el 72, a través del desabastecimiento y el golpe económico.

El carancho no tiene nacionalidad, no tiene fronteras, es el mismo en todas partes y cuando el retumbar de los tambores de la justicia y la conciencia popular derriban las recetas por las cuales el pueblo se vio hambreado y dejado de lado, es ahí, como dijera el gran cantor popular chileno Víctor Jara: “Cuando quieren juntar rabia golpean las cacerolas”. Este Carancho, medio pelo diría el magistral Arturo Jauretche- porque aborrece al de abajo, pero nunca podrá llegar a lo que aspira, a esa clase de jet set que únicamente es de unos pocos pero que piensa y siente al igual que ellos-es el que habitualmente organiza las marchas o cacerolazos para provocar un caos mediante el miedo instalado por los medios monopólicos y una gran parte de la oposición, en detrimento del crecimiento y desarrollo de una sociedad que ha encontrado nuevamente el rumbo, luego de décadas de vivir de rodillas frente al neoliberalismo.

La batería de proyectos con inclusión que este modelo ha incentivado a lo largo de la última década, nos permitió aunarnos y organizarnos para que el pueblo se empodere y pelee por sus derechos, sintiéndose protagonistas de cambios estructurales. Y eso les duele, sienten que se les ha tocado el bolsillo ¡jajajajaj, ma qué bolsillo! Si han podido viajar hasta 6/7/8 veces por año, algunos más; si han podido comprar autos nuevos, terrenos y más y más y más. Lo que les jode es que los que venían allá abajo, los que alguna vez comieron mierda, tengan un mejor porvenir y se sientan sujetos de derecho o accedan a herramientas que han posibilitado una transformación social desde una política del Estado. Les duele la "Kretina", la odian, le desean la muerte. Pero no les tenemos miedo caranchitos.

Acá hay un pueblo que seguirá apoyando este proceso de transformaciones y que seguirá construyendo un país más justo, porque es verdad que queda mucho todavía, pero todos juntos estaremos ahí si intentan tocar a nuestra conductora o poner en peligro el proyecto nacional y popular. Ni un paso atrás.