HABLEMOS DE LO QUE
HAY QUE HABLAR
Estamos convencidos que cualquier principio de solución requerirá poner en el centro del debate el problema del trabajo, la producción y la educación.
Nuestra estrategia será elevar la productividad general de la economía y garantizar los mecanismos para que de esa productividad puedan apropiarse de manera equilibrada los empresarios, los trabajadores y el Estado. El nuevo modelo económico para el desarrollo nacional debe garantizar que los 47 millones de argentinos podamos vivir dignamente de nuestro trabajo.
Para ello necesitamos que el sector privado pueda capitalizarse, dinamizar la inversión y la innovación, generar valor y multiplicar los puestos de trabajo. Pretendemos que los trabajadores participen de manera activa en la estrategia de desarrollo productivo y que sus salarios crezcan junto con la productividad, para de ese modo alcanzar niveles de vida socialmente justos.
En la Argentina que viene ningún sector sobra y todos son necesarios. El campo y los procesos derivados de la industrialización de la biomasa serán uno de los pilares sobre los que ha de levantarse el nuevo modelo económico para el desarrollo nacional. En función de estos objetivos rechazamos la idea de que el campo debe pagar los platos rotos de los errores macroeconómicos del pasado; y por el contrario, reivindicamos el rol de la producción agropecuaria y agroindustrial como uno de los pilares fundamentales para la Argentina que queremos construir.
Somos plenamente conscientes que no puede haber justicia social si no explotamos nuestros recursos naturales pero tampoco si no hay condiciones ambientales seguras para nuestro pueblo.
Por esto rechazamos las variantes extremas que se nos presentan ante este desafío. No aceptamos el prohibicionismo que condena a los pueblos a vivir en la pobreza extrema en un entorno natural inalterable; ni aceptamos la explotación de los recursos por fuera de las normas ambientales. A su vez reafirmamos el mandato constitucional de que los recursos naturales son propiedad inalienable de las Provincias y agregamos que su explotación debe redundar indefectiblemente en una mejor calidad de vida de las comunidades asentadas sobre ellos.
La sabia regla de no gastar más de lo que ingresa debe observarse. El equilibrio fiscal no debe ser una meta, sino un punto de partida para concretar las metas del crecimiento y el desarrollo. No podemos seguir con el déficit crónico que nos condena a vivir con una inflación que carcome las propias bases del sistema productivo y empuja a los más débiles a la pobreza.
La infraestructura escolar volverá a ser una prioridad nacional. Pondremos en marcha el mayor programa de reconstrucción y mantenimiento de edificios escolares de la historia, al tiempo que volveremos a planificar y construir escuelas con estándares, diseños y materiales de primer nivel. No habrá en el país mejores edificios que las escuelas públicas.
La actualización de los planes de estudio será el eje de la revolución que pretendemos iniciar. Primero, la revolución es conceptual: la escuela es para enseñar y aprender, no para contener. Segundo, la revolución es práctica: los contenidos aprendidos deben permitirle a los hombres y mujeres desempeñarse y valerse por sí mismos en un mundo cada vez más complejo y competitivo. Tercero, la revolución es de valores: la paz, la armonía social y el desarrollo nacional están sobre cualquier otro interés.
En la Argentina que viene no toleraremos que quienes atenten contra la vida anden libres entre nosotros. Nadie, bajo ningún pretexto ni ninguna circunstancia, puede empuñar un arma contra otro compatriota y mucho menos debe encontrar entre los servidores públicos justificación alguna.
La Argentina que queremos construir se basa en el respeto de las leyes, la igualdad de oportunidades y la unidad de los argentinos.
Proponemos un rediseño completo de las políticas sociales. La familia y el trabajo serán los ejes vertebradores de la ayuda social mediante las cuales buscaremos eliminar la indigencia y reducir la pobreza.
La Renta Básica Universal, la Promoción del Trabajo Autogestionado y el Acceso a la Tierra serán las herramientas con las que buscaremos que millones de argentinos superen la situación de vulnerabilidad extrema. Las políticas de primera infancia y de cuidados tendrán centralidad para fortalecer el núcleo familiar y combatir los males sociales que deterioran la armonía necesaria para la realización de la comunidad organizada.
La Argentina que queremos construir debe darse una política tendiente a la eliminación de las desigualdades de género.
Los índices de violencia por motivos de géneros no descienden en nuestro país, por lo que debemos comprometernos junto a organizaciones de la sociedad civil, otras instituciones y los Estados provinciales y municipales a aumentar la sensibilización, la prevención y las respuestas que se direccionen a erradicar la violencia, trabajando también sus causales culturales.
La Argentina que viene necesita un rediseño institucional, logístico y de infraestructura para descentralizar y federalizar el desarrollo. Es el tiempo de los hombres y mujeres del interior; es el tiempo de reivindicar las tradiciones y los valores arraigados en lo profundo de la tierra. No podemos darnos el lujo de desperdiciar la sabiduría que anida en las comunidades que han sabido ponerse de pie y diseñar un futuro hasta hace poco impensado.
La recuperación de la soberanía sobre nuestras Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur es parte inescindible de nuestro proyecto de Nación. Avanzar en ese camino solo será posible si nuestro país recorta las distancias económica, militar y geopolítica que nos separa de Gran Bretaña.
Por ello, y ante un mundo complejo, inseguro y ambicioso de recursos económicos y naturales, debemos observar el problema de la defensa nacional con mucha preocupación. La Fuerzas Armadas, la industria militar y la tecnología aplicada a la defensa deben volver al centro de las preocupaciones nacionales y nuestro país debe darse una política acorde a los desafíos que tenemos por delante.