En nuestro país este proceso regional cobro una fuerza inusual a partir del 25 de Mayo de 2003 con la asunción de Néstor Kirchner como presidente de la Nación.
En un momento de crisis institucional, social y económica como nunca en la historia de nuestro país, el proyecto nacional y popular estableció nuevas reglas de política y gestión. El estado y su conjunto de fuerzas como rector de la sociedad y la economía, el presupuesto nacional puesto en clave del desarrollo social, la asunción de la salud y educación como inversión social, la apuesta a la producción y a la revalorización del trabajo junto al reconocimiento de los derechos humanos marcaron una etapa donde los valores de una patria para todos se pusieron nuevamente en la mesa de discusión de la desideologizada política argentina o más bien de la sociedad argentina.
Las formas de la política también cambiaron, tuvimos un presidente que en la fecha de asunción dejo claro que no venía a dejar “sus ideas en la puerta de la Casa Rosada” y poco después esa afirmación se comprobó en los hechos. Los jóvenes veníamos siendo testigos una y otra vez de lo contrario, asumir con un discurso y luego hacer lo opuesto a la hora de gestionar y definir políticas públicas.
En estos días ese proyecto político que nace en el 2003 y que permite que muchos jóvenes nos integremos a la vida política de nuestro país requiere de nuevos esfuerzos y desafíos. Hoy es claro que no alcanza solo con la gestión de Estado, son muchos los intereses que se nos han puesto en contra, una triada compleja compuesta por algunos grupos concentrados de la economía, el negocio de construcción de la opinión de los medios nacionales más importantes y la vieja corporación política.
Frente a esto vigorizar el proyecto nacional significa hoy construir más espacios para los jóvenes, como así también para los actores políticos que realmente defienden y apoyan este proyecto. Esto es fortalecer la construcción de la herramienta política propia que es aquella cuyo rol es además de electoral vincular y mediar el Estado nacional con el conjunto de la sociedad.
Con las diferencias de matices que pueden existir entre los gobiernos latinoamericanos lo que los une es mucho más fuerte y estratégico de lo que los separa; y lo que los une es un intento de coordinación autónoma de sus intereses como bloque en el concierto internacional.