Murieron asesinadas –entre otras tantas– de manera alevosa 2 personas. Hernán Landolina, profesor de educación física, asesinado a tiros en Lomas del Mirador. Sin miramientos, le dispararon y le pasaron por encima con su propia camioneta. Unos días antes, Gustavo Lanzavecchia moría ahogado en su pileta, porque los ladrones no querían dejar rastros y no tuvieron mejor idea que tirarlo vivo, atado de pies y manos. 2 muertes arteras, sin duda. De las que provocan los peores sentimientos. Ira, indignación. La reacción humana es el deseo de ejercer la violencia. Eso ya está estudiado por los criminalistas y los psicólogos. Es imposible que las 1ª conductas de sus seres cercanos sean de indulgencia o de comprensión con sus asesinos.
Pero ¿Qué hacen los Medios de Comunicación frente a esto? Nadie puede ser ingenuo: El odio y la revancha venden más que la palabra reflexiva. Y si, además, ese odio puede estar en boca de ricos y famosos, estamos ante un cóctel extraordinario para los mercaderes del periodismo. Ya no importa la vida de las víctimas y sus familias. Por eso, Landolina, para los medios amarillos, es “el personal (sí, así, como si todos tuviéramos un entrenador personal) de Guillermo Coppola". Y Lanzavecchia “el florista de Susana Giménez". Su identidad, para esos periodistas, se reduce al vínculo con famosos. Y, para completar el cuadro, las fotos y los testimonios son los de los otros famosos que suman sus voces al coro.
Como un cross de Derecha de su expareja Carlos Monzón, Susana Giménez pidió la ley del talión. “El que mata tiene que morir", dijo “sin maquillaje” (resaltaron algunos como China Zorrilla), ante una cantidad de movileros enviados a la puerta de la mansión de la Diva que son incapaces de repreguntar o de recordarle algunas de las historias que la tuvieron como protagonista y que, gracias a su fama e influencias, la hicieron zafar de la condena. Pero tan fuerte sonaron sus dichos que Susana hizo una rectificación, o lo que ella consideraba una aclaración: Sus dichos no tenían que interpretarse como un apoyo a la pena de muerte.
Pero, con el correr de las horas y los días, lo de Susana –que salió a hablar bajo un alto voltaje emocional– se vio empañado por las declaraciones de otros famosos, que muy tranquilamente se sumaron a la caravana de la muerte. Mike Amigorena, de “Los exitosos Pells”, no estuvo con chiquitas: “Matar no, porque es un parche. Ahora, que el que mate pierda un miembro no estaría mal. Si roba, le sacan un dedo, si vuelve a robar, le sacan otro. Así habría una conducta”. Este muchacho, Amigorena, viene del mundo "under", y ahora Telefé le dio la gran oportunidad de hacer reír con humor liviano. ¿Qué hace un actor convirtiéndose en noticia por pedir vejaciones y cortes de dedos a “quienes roban”? Pero no sólo jóvenes inconstantes salieron. China Zorrilla, la tan querida, dijo: “El dicho de Susana fue horrible, pero tenía razón. Soy una defensora de Susana”.
¿Pero el que murió fue Lanzavecchia, no? ¿Qué defiende China? Claramente: 1 idea feroz de cómo deben actuar las fuerzas de seguridad o directamente alguien que actúe por cuenta propia. La lista de famosos consultados en estos días creció de modo exponencial. Así como muchos se opusieron a esta visión fascista, otros tantos se desbocan con la idea de matar. Y basta con pasear un poco por las radios que tocaron el tema para escuchar los mensajes de los oyentes.
Una buena parte de la Sociedad se contagia y sale con esto. Los Medios juegan un rol clave. El diario de mayor tirada en la Argentina, cuando todavía estaba la Dictadura, tenía una sección de Policiales muy reducida, no bien asumió Raúl Alfonsín, la engordó. Hoy, los medios electrónicos dedican un tiempo escandaloso a los temas policiales. Y, ojo, sus columnistas no son precisamente defensores de la mano dura. Cabe destacar que el principal especialista de TN en esos asuntos, Ricardo Canaletti, suele editorializar con una visión Legalista y Democrática. Como lo hacía quizá el maestro Enrique Sdrech, que hizo carrera en la televisión y era un tipo de convicciones Humanistas y Socialistas. O de Ricardo Ragendorfer, uno de los cronistas más punzantes en estas lides y que, además de un pasado militante, es irreductible con los promotores de la corrupción policial y los mentores de la mano dura.
Pero, ahora, los grandes medios audiovisuales encaran el tratamiento sin la mirada de los periodistas avezados en la materia sino con las lágrimas de los familiares y con los gritos de los promotores de la pena de muerte o de la baja de imputabilidad de los menores.
La inseguridad. En estos años hubo un desplazamiento del lenguaje en la materia que es pernicioso. Cuando se habla de inseguridad no se habla de la falta de certeza que tiene cualquier ser humano ante campos muy diferentes. Ni siquiera de aquellas inseguridades propias de la desprotección Social o Estatal: Miedo a perder el trabajo, a llegar al hospital y que no lo atiendan, a que el sueldo no alcance hasta fin de mes. Esas, como tantas otras cosas, dan inseguridad a las personas. No sólo el temor a algo real y palpable como son los robos o los ataques arteros de ladrones o violadores.
Los países con mayor inversión en fuerzas represivas y en cárceles no son precisamente los que tienen mejores índices de tranquilidad. EEUU tiene al mismo tiempo la mayor tasa de “prisionización” (porcentaje de habitantes en cárceles), rige la pena de muerte en 37 de sus 51 Estados, dispone de policías estatales y federal (FBI) y desde el Acta Patriótica de fines de 2001 cuenta con la mayor amplitud para que las Fuerzas Armadas y la Inteligencia se meta en los temas de “seguridad”. Sin embargo, las encuestas revelan que sus habitantes viven con miedo. Tienen las tasas más altas de armas de guerra en manos privadas. Está probado que en ese país los asesinatos no son menos en los Estados donde hay pena de muerte que en los que no los hay. La mayoría de los criminalistas buscan más la tasa de robos y crímenes en las condiciones de la Sociedad que las generan que en la mayor inversión en persecución del crimen. Lo que comúnmente se dice: Invertir más en prevención (léase, educación, mediación, sociabilidad e inteligencia) que en la represión.
Pero la Argentina tiene una característica particular que no puede ser obviada cuando se habla de seguridad en relación al accionar de las fuerzas policiales y la Justicia: Todavía, aproximadamente, la mitad de los Jueces iniciaron sus carreras en los tiempos en que fueron designados por la última Dictadura Militar. Y en la policía –tanto en la Federal como en la Provincial– perdura una tradición –más una serie de mafias y logias– de que los métodos de tortura y de manos libres son los que mejor resultados dan. Pero lo que es más grave, es que pese a eso los mentores de la mano dura salen alegremente a decir que “los criminales entran por una puerta y salen por la otra”. No reparan en que las sucesivas reformas a los Códigos Procesales y Penales, en la mayoría de las Provincias, en estos 25 años de Democracia fueron para endurecer procedimientos y condenas, que se construyeron más cárceles y aumenta la tasa de “prisionización”, y que las fuerzas de seguridad vieron incrementar sus presupuestos a lo que se suma una cantidad de empleados en agencias privadas de seguridad que alberga a muchos ex policías.
Sin embargo, por último, basta que un abogado o Juez garantista, salga a defender los Derechos de los acusados o de los prisioneros, para que el bendito latiguillo salga a la luz: “¿De quién son los Ds Hs, de los criminales o de los policías?”. No es preciso ser agorero: a este ritmo, el Fascismo de nuevo cuño va logrando nuevos adherentes. Los Grandes Medios de Comunicación, bien gracias.