PODER ADQUISITIVO SALARIAL

PODER ADQUISITIVO SALARIAL

Sin querer entrar en la discusión de si hay o no hay inflación, o si en su lugar lo que hay es simplemente ‘corrimiento de precios’, o si la inflación es la que publica el INDEC o la que publican las consultoras privadas, lo que me parece es que la puja salarial debe ser sostenida desde otros paradigmas.-            

Tal como se plantea, creo que en parte se le sirve en bandeja a los empresarios el argumento para subir y subir los precios, de modo que la dinámica salarial apenas intenta alcanzar un nivel de vida retroactivo, una suerte de poder volver a tener lo que ya teníamos y que en mayor o menor medida perdimos a consecuencia de las remarcaciones. Esta dinámica nos llevaría, en el mejor de los casos, a volver a estar como estábamos, nunca a progresar, en el sentido de estar cada vez un poquito mejor, de poder acceder mañana a algo a lo cual no podíamos acceder ayer. Cuando el aumento salarial llega, no sin el desgaste de la pelea, en muchos casos larga y dura, ya fue absorbido por la paulatina y constante evolución del costo de vida, con lo cual hay que volver a empezar, como en un círculo vicioso que lo único que va provocando son mayores márgenes de rentabilidad empresaria, que contrastan con un progreso (que es derecho del pueblo) que sigue esperando en un horizonte que siempre se mueve, se corre más adelante, y que nunca se alcanza.-            

Esto, digo, en el mejor de los casos. Sin contar con que existen vastos sectores de nuestro pueblo que ni siquiera participan de esta carrera alocada, sea porque están sin trabajo, porque trabajan en condiciones de inestabilidad y precariedad, porque no están sindicalizados. Porque también sabemos que el sector formal contiene a una minoría de la clase trabajadora. No participan de esta puja –insuficiente- quienes, por ejemplo, tienen un plan social como fuente principal de ingreso familiar, que a veces se mantiene congelado por años. Ni hablar de quienes son titulares de una ‘tarjeta social’.-             Los empresarios razonarían: ‘como los gremios están planteando la discusión salarial en virtud de la inflación, vayamos aumentando los precios a cuenta de los aumentos salariales que al final habrán, no sea cosa que si no se quedan tales aumentos sin causa ni razón’. Y cuando el aumento llega, lejos de ir a sustentar el progreso del trabajador, va a parar a la rentabilidad empresaria, ‘y que los cabecitas sigan estancados, consumiendo lo que consumían, o casi lo mismo, sin poder acceder a algo nuevo como correspondiera a un mínimo progreso. Y quien estaba sin consumir lo suficiente –pobre o indigente- que siga igual’.-            

Hay quienes postulan ‘enfriar la economía’, moderar las demandas salariales, porque generan inflación. Explican que las leyes del mercado determinan que al incrementarse la demanda porque nuevos sectores acceden al consumo, los precios tienden a –tienen que- subir. Olvidan que la mayor demanda puede ser atendida con mayor producción, con simplemente escoger otra variable para mantener la ecuación (las mismas leyes del mercado indican que al incrementarse la oferta los precios tienden a –tienen que- bajar). Desde luego el liberalismo económico se opone a la intervención del Estado, respecto del cual las variantes de mínima propician su achicamiento a su mínima expresión, y las variantes de máxima propician su lisa y llana desaparición. Coinciden ambas variantes, sin embargo, en recurrir al Estado cuando entran en crisis, ya para exigir auxilio, ya para transferirle su pasivo o su bancarrota.-            

A la pregunta de si es forzoso buscar otra variable para resolver la ecuación entre oferta y demanda (p. ej. producción) se impone la respuesta afirmativa, por la sencilla razón de que posibilitar el acceso al consumo de bienes necesarios a una vida digna a la mayor parte de la población no es simplemente una justificación de tal o cual teoría económica sino un imperativo político en un Estado que desde su Carta Fundacional decidiera ‘afianzar la justicia’ y ‘promover el bienestar general’ (Preámbulo Constitución Nacional), así como ‘exaltar la dignidad humana protegiendo los derechos individuales y sociales’, ‘garantizar la igualdad y la justicia’, ‘asegurar a todos los habitantes el acceso a la educación, al desarrollo cultural y a los medios para la preservación de la salud’ (Preámbulo Constitución Provincial).-            

 Adentrándonos un poquito a la consideración de esa variable cabe nos preguntemos si realmente es necesario incrementar la producción para que la mayor oferta absorba la mayor demanda que, así, no provoque suba de precios. En verdad, si tenemos en cuenta que Argentina produce alimentos para más de 300 millones de personas, no parece que la justificación de la escalada de los precios pueda venir por el lado de la escasez fogoneada por el mayor consumo determinado por la evolución salarial o por la inclusión de nuevos sectores por vía de determinadas políticas sociales (más y mejores jubilaciones, programas y planes sociales, asignación universal por hijo, etc.). Y si alguien preguntase qué se hace con el excedente de producción que no consumen nuestros compatriotas que viven en la indigencia o en la pobreza caerá por su propio peso la respuesta de que ‘se exporta’. Y como lo que se exporta se cobra en dólares, de ahí viene la otra puja de algunos sectores del capital, interesados en que se incremente el valor de la divisa.-            

En tanto dueños del producto y desprovistos de un mínimo de responsabilidad social, razonan que si afuera les pagan más, venden afuera; que si el mercado interno no es rentable prefieren el mercado exterior. La cuestión es entonces si un razonamiento tal puede ser sustentado desde el Estado, responsable de plasmar en los hechos el programa constitucional antes sucintamente referenciado. Obviamente que no: el Estado tiene que hacer posible primero el bienestar de su población y después, sólo después, si hay margen, posibilitar la renta del capital. Para eso lo creamos, según dicen nuestras Leyes Fundamentales.-            

Entonces, si la variable de amortiguación entre demanda y oferta no puede ser el incremento del precio ni el congelamiento salarial, y si no es necesario que lo sea la mayor producción, tendrá que serlo la renta de los sectores empresarios. No porque esa amortiguación igualadora sea del interés de ellos ni porque ellos estén de acuerdo, sino porque es del interés del Estado y es su compromiso y razón de su existencia.-            

Pasa que si los empresarios ganan un poquito menos y los habitantes del pueblo de la Nación vivimos todos un poquito mejor –si se reparte de otro modo la riqueza, en suma- garantizándose primero el abastecimiento del mercado interno y el progreso de la población… prácticamente tenemos otro país. Y a estos sectores no les interesa que tengamos otro país. Necesitan de la pobreza y de la desigualdad, que son el combustible de su maquinaria de acumulación y concentración, son factores imprescindibles para la reproducción en base a este esquema donde el capital ocupa el centro y el hombre cualquier otro lugar periférico. Lo que está claro es que esto no es de interés del Estado (está demás que vuelva a aclarar que cuando hablo del Estado hablo del ‘PUEBLO que habita un territorio y organiza su convivencia para felicidad de todos o por lo menos de la mayoría’, sustrato éste propio de la definición más básica de la política), para quien el centro es el ser humano y en torno de él y en función de él se organizan los demás factores, como capital y trabajo.-          

   En rigor de verdad hasta puede ser discutible la necesidad de que los empresarios tengan que ganar menos, porque la contracara de la mayor demanda por el incremento del consumo, es el incremento de las ventas. Vender más también es ganar más, aunque no por unidad de producto, si por lo menos por volumen.-            

El Estado tiene que optar –el pueblo organizado tiene que optar- si hace verdad palpable los principios y mandatos de su organización fundacional o si deja eso ‘en suspenso’ y se pone al servicio y a disposición de otros intereses que no tienen nada que ver con su Estatuto ni con su razón de ser y entonces certificamos el fracaso y la defunción del plexo de sueños, debates, consensos, peleas y conquistas sobre los que venimos transitando 200 años y no nos mentimos más, o aunque sea inventamos mentiras colectivas nuevas, de acá para adelante por lo menos.-           

  Es que si algunos pueden soberanamente desentenderse de todo ello y elegir vender afuera lo que acá falta porque así ganan más, también pueden elegir qué producir, al margen de cualquier planificación que se enmarque en políticas de Estado que respondan a tales o cuales condicionamientos inspirados en tales o cuales principios. Así por ejemplo pueden elegir aplicar enormes extensiones territoriales al monocultivo de soja transgénica, recurriendo a la siembra directa, a los agroquímicos, a los plaguicidas y fertilizantes, sin consideración a que prácticamente no ocupan mano de obra (no dan trabajo) ni a que provocan desde enfermedades congénitas o alteraciones genéticas hasta desertificación del suelo que en breve dejará de ser apto para crear vida. Ni consideran, por supuesto, que nuestro pueblo más consume trigo, maíz, girasol, carne, leche o huevos que soja o sus derivados.-            

Evidentemente esto es demasiado como para que el Estado no haga nada.-            

 Por eso el Estado hace. Habrá que ver si hace lo correcto o lo suficiente o si debiera evaluar otras alternativas.-            

Hoy existen las retenciones a las exportaciones. Por un lado tratan de alentar el abastecimiento del mercado interno por vía de la apropiación de parte de la diferencia que los empresarios hacen vendiendo afuera. Por otro lado intentan desalentar determinada producción (p. ej. soja) aplicándoles mayores retenciones que a otros productos que se quieren alentar o estimular (p. ej. maíz, trigo, girasol). O inclusive puede llegar a prohibirse temporariamente la exportación de determinado producto (p. ej. la carne) en la idea de forzar un stock que, en tanto incremento de la oferta, redunde en moderación de los precios.-            

 Hasta acá me parece que los resultados demuestran que ello no fue suficiente. La carne sigue subiendo de precio, carísima; la soja sigue ocupando la mayor parte de nuestro territorio que, así, en breve será mayormente desértico y entonces sí que escasearán los productos y se reducirá la oferta y subirán los precios con razón porque en el desierto es muy difícil que fructifiquen el trigo, el maíz, el girasol, o el pasto para las vacas. Si hoy que producimos alimento para más de 300 millones de personas no podemos alimentar suficiente y dignamente a 40 millones, qué va a pasar cuando apenas podamos producir en unas pocas hectáreas o tengamos que importar pagando con esos dólares que algunos quieren que se encarezcan!!! (¿será que entonces dejaremos de ser el granero del mundo y nos llegará por fin la era de la industrialización, no tanto por opción, sino por la fuerza de las circunstancias provocadas por nuestra estupidez?).-           

  Algún mal pensado dirá que el Gobierno (que no es el Estado) no va más allá de esa política insuficiente de las retenciones a las exportaciones, porque también resulta rentable al erario asociarse al esquema y recaudar por esa vía. Pero así como dije que no puede el interés de sectores minoritarios como el de los grupos económicos prevalecer sobre los intereses del conjunto que expresa el Estado, digo que no puede el interés del Gobierno (que es apenas un elemento del Estado) desentenderse del interés del conjunto de la población y para cuyas defensa y garantía fue puesto en ese lugar. Claro, la prevalencia del Estado por sobre los sectores concentrados de la economía y por sobre los Gobiernos de turno no es responsabilidad sólo de los gobernantes. Es responsabilidad de todos. Desde ese lugar y desde esa concepción es que vengo tratando de hacer algún aporte al debate. Si sólo un Gobierno tiene que tocar determinados intereses, que no por concentrados son menos fuertes, sin un pueblo que acompañe, apoye y exija, no hay chance.-            

Claro que para que el pueblo acompañe, apoye y exija por sus derechos e intereses, conducido por un gobierno democrático y popular, hace falta desarrollar conciencia ciudadana y política, compromiso y participación militantes, lo cual requiere entre otras cosas mucha formación, y en lo cual existe mucho déficit a nivel de los partidos políticos, a diferencia de lo que acontece a nivel del movimiento social, que es desde donde parece que vienen los nuevos vientos que empujan las transformaciones más importantes a nivel, por lo menos, latinoamericano.-            

Entonces, si está comprobado que el libre juego de las leyes del mercado, aún con la intervención estatal a través de las políticas en derechos de exportación, no logran la prevalencia de los intereses del Estado expresados en su Constitución, cabría proponer que el Estado centralice el comercio exterior para garantizar primero lo que tiene que garantizar primero y después lo que debe o pueda garantizar –o tolerar- después.-            

Cualquier productor o empresario es parte de nuestra población por ende no puede consagrar sus intereses particulares en desmedro o sin consideración de los intereses del conjunto. La tierra, el sol, el agua, los ríos, la humedad, la fertilidad, las lluvias, no existen por obra y gracia del talento individual de ningún empresario o productor. Por ende el usufructo de lo que determinada combinación de tales recursos permite no puede ser apropiado individualmente sin consideración del contexto del pueblo que acontece en el mismo territorio. De la misma forma que entre todos solidariamente nos hacemos cargo de determinados quebrantos cuando hay pérdidas por sequía, granizo, inundación, incendio, etc., a través de subsidios, de quitas, de esperas, de condonaciones, de renegociaciones, de tasas preferenciales, etc., tenemos que poder participar todos del producto de la bonanza. Y la manera de poder participar todos –de lo bueno y de lo malo- es a través del Estado. No existe el Estado en hora de crisis solamente, para desaparecer en tiempos de opulencia, como eternamente lo plantearon los liberales.-        

     Se trata de que toda la producción interna sea adquirida por el Estado, que será quien defina cuánto vende adentro y cuánto vende afuera, a qué precio, en qué momento, y demás condiciones. Por lo menos en lo que tiene que ver con granos y carnes que, a través de sus derivados, abarcan la mayor parte de lo que necesita la población para vivir bien, sin miseria, sin hambre, sin muertes ni enfermedades vinculadas con deficiencias en la nutrición. Y son productos que determinan la suerte de muchos otros, así como la mayor parte del poder adquisitivo del salario. Y a su vez son dos rubros directamente vinculados a la necesaria conservación del suelo y con políticas relacionadas, que tienen que ver con la biodiversidad, la sustentabilidad medioambiental, la contaminación, el equilibrio ecológico y del ecosistema, la prevención de catástrofes, el calentamiento global, etc.-          

   Entre otras cosas, centralizar el comercio exterior de granos y carnes por parte del Estado, le permitiría, por ejemplo, abastecer el mercado interno a un precio razonable, inclusive subsidiado si es necesario (siempre con el norte político de garantizar el acceso al consumo para toda la población), lo cual se puede compensar con parte de los mejores precios obtenidos por la comercialización del excedente en el mercado exterior. Está claro que el Estado no persigue fines lucrativos, sino políticos.-            

Y le permitiría pelear afuera mejores precios y demás condiciones de intercambio, que el que se puede obtener si va cada uno a comerciar por sus lado y cuenta.-            

 Si, por ejemplo, el productor de leche quiere dejar de producir leche porque gana poco y quiere pasar a producir lino o sorgo, el Estado que tiene interés en que siga habiendo leche aunque no sea económicamente rentable, pagará parte del precio para que el tambero no trabaje a pérdida y siga produciendo, sin que ese mayor precio impacte en la población. Y lo compensará con lo que le queda de otros productos de mejor rentabilidad. Esta compensación sólo es posible en un mercado centralizado como el que se propicia, porque en el esquema descentralizado actual, el que sólo produce leche no tiene con qué compensar parte del déficit que en este producto pueda tener, por ejemplo.-            

No harían falta retenciones a las exportaciones porque el único que exporta es el Estado y no se va a auto practicar retenciones. Los ingresos públicos se suplen con la diferencia entre lo que paga al productor y lo que cobra al importador externo. A su vez el Estado se ahorra otros recursos que actualmente destina a planes sociales, si la población puede acceder al alimento y no tiene necesidad de la acción ni de la asistencia sociales. Y se ahorra en salud si hay mayor control de determinadas cuestiones sanitarias vinculadas con la deficiente alimentación (población más sana). Y se ahorra en ‘seguridad’, porque una gran parte del fenómeno del delito tiene directa relación con la pobreza y la exclusión.-            

 Hasta acá tendríamos: el mercado interno abastecido (toda la población con posibilidades reales de acceder al consumo necesario), los precios regulados, la diversidad de productos garantizada mediante las compensaciones que permite la centralización, y con ella la conservación del suelo y el cuidado del medio ambiente, como así también las demás virtudes que ello proyecta. Todo a partir de que se definan estas cuestiones como merecedoras de políticas de Estado antes que como materia de negocios privados.-            

Luego hay que seguir. No alcanza con que todos los productores de soja le vendan al Estado, único exportador, si todo el territorio sigue igualmente destinándose a la producción sojera. Hay que producir otras cosas no sólo porque esas otras cosas (pan, leche, huevo, carnes, verduras, frutas) son necesarias sino porque la conservación de la viabilidad del suelo exigen la diversificación y las rotaciones.-            

 Habría que implementar un plan de recuperación paulatina del suelo a través de una gradual desojización del territorio. Por ejemplo, el que hoy tiene 100 hectáreas que destina por completo a la soja, tiene que ser obligado a que el año que viene no pueda afectar a dicha oleaginosa más que el 90 por ciento de su parcela; al año siguiente no podrá cultivarla más que en el 80 por ciento; y así sucesivamente hasta llegar en diez años a un máximo del 10 por ciento del suelo afectado a la soja. Digo por ejemplo. En la elaboración del cronograma y de las proporciones habrá que disponer de asistencia técnica de expertos y entendidos en el tema, que los hay y que bastante saben de lo que se puede y/o debe hacer.-            

Y aún habrá que seguir. Porque hoy tenemos decenas o cientos de miles de hectáreas en las mismas manos. Hay mucha concentración de la propiedad o de la tenencia y del uso de la tierra. A veces esos latifundios son trabajados o atendidos por dos o tres personas, merced a lo que permite la modernización mecánica y tecnológica. Así que más producción no acarrea necesariamente mayor cantidad de fuentes laborales. Hay que empezar a repensar la incidencia que debe corresponderle a la mecanización y a la tecnología en el proceso. Si sirven más a la productividad que a la inclusión socio laboral tendrá que ser reducida. Una máquina parada no se muere porque las máquinas no tienen vida. Un hombre sin trabajo por causa de la máquina o por la causa que fuere no da igual.-            

Entonces no alcanza con diversificar la producción sino que también hay que diversificar la propiedad y el uso de la tierra. Algunos tendrán que ser obligados a desprenderse de todas aquellas extensiones que superen lo que se defina como la extensión apropiada para una producción compatible con las necesidades, principios e intereses de que vengo hablando. Más productores tendrán oportunidad de producir, y ocuparán más trabajadores. Redistribución de tierra, de producción y de trabajo.-        

     A la hora de pensar sobre si se puede obligar a un propietario latifundista a desprenderse de parte de su propiedad en homenaje a la redistribución de la tierra, la producción y el trabajo, se me ocurre hacer una comparación con lo que fue la discusión en torno de la ley nacional de servicios de comunicación audiovisuales el año 2009. El debate giraba en torno de redistribuir el éter y la palabra, de modo de posibilitar que todas las voces encontraran un espacio para expresarse y que la comunidad, en definitiva, resultara ganando en lo que tiene que ver con el acceso a la información, al arte, a la cultura, a la creación, en sentido compatible con la diversidad y en desmedro de la hegemonía cultural.-           

  Algunos levantaron las banderas de la libertad de empresa y afirmaron que en un sistema capitalista resguardado por una Constitución liberal que permite el libre juego de las leyes del mercado, hasta dónde pueden vender su mensaje o a través de cuántos medios, canales, formatos pueden venderlo, es una cuestión regida solamente por sus ganas, su poder, su visión empresaria o sus propias limitaciones, sin atender nada que tenga que ver con el interés público que alguien pudiera pensar que está relacionado con la materia.-           

  Sin embargo el Estado entendió que hay interés público que debe prevalecer y condicionar los intereses particulares, que la libertad de imprenta debe subordinar a la libertad de empresa, que la información es un derecho social antes que una mercancía, que todas las voces se tienen que poder escuchar, que hay que tolerar e incluso fomentar la diversidad y la multiculturalidad, que hay que respetar las autonomías regionales y que a la hora de elegir todo el mundo tiene que tener posibilidades de elegir, lo que no se da en un contexto de monopolios, oligopolios y hegemonías culturales y comunicacionales que hacen que siempre tengamos una sola opción aunque nos llegue a través de 180 canales o de 30 medios aparentemente distintos. Hubo una política de Estado en ese sentido. Y digo política de Estado porque coincidimos pueblo y gobierno en la defensa de los intereses del conjunto en desmedro de los de la minoría, expresados por los multimedios que producen monocultura afable a los intereses del poder económico concentrado.-           

  De resultas de la implementación de la nueva ley (sancionada al amparo de la misma Constitución liberal y no de la Constitución cubana) algunos grupos van a ser obligados a desprenderse de algunos medios, al quedar establecido que no pueden acumular más de determinada cantidad. Los medios de que algunos se van a tener que desprender van a pasar a pertenecer a otros que tal vez hasta acá no disponían de medios propios. Pluralidad de manos permite diversificación del mensaje.-          

   Si se pudo con el éter y la palabra imponer su redistribución para brindar oportunidad a todas las voces, si se pudo poner límites a la acumulación y a la concentración de medios porque había un interés público en desarticular el andamiaje funcional a la dominación que nos dejó la dictadura genocida, de la misma forma se puede imponer la redistribución de la tierra, la producción y el trabajo porque existe también interés público en ello que debe prevalecer por sobre el particular.-            

 De esa manera, recuperando el Estado para el pueblo, un Estado fuerte, presente, que sea responsable de hacer efectivo el bloque constitucional de derechos fundamentales para la mayoría del pueblo de la Nación antes que garante de los negocios de la oligarquía, el salario que es un derecho esencialísimo de todo trabajador dejará de fundamentarse desde la inflación y dejará de ir a parar a los bolsillos de los empresarios que incrementan sin parar y sin límite sus ganancias. Se fundará desde su necesario poder adquisitivo, que debe permitir no sólo mantener el nivel de vida alcanzado sino poder progresar todos los días y de generación en generación, brindando hoy lo que no alcanzó a brindar ayer, y mañana lo que no alcance a brindar hoy, y a nuestros hijos lo que no nos alcanzó a brindar a nosotros, y a nuestros nietos lo que no alcanzó a brindar a nuestros hijos, y así. Porque eso es progreso. Y porque el progreso es condición de la felicidad de un pueblo, que a su vez es condición y causa fin de su organización social y comunitaria.-           

  Si con ello no alcanzase, el Estado deberá empezar a pensar en ingresos provenientes de otras áreas de la economía, y de la explotación de otros recursos. No pueden seguir sin ser tocadas la industria, los hidrocarburos ni el sector financiero. No podemos seguir sin concretar la transformación del sistema tributario, pasando del esquema regresivo a uno progresivo, donde paguen más los que más tienen, como corresponde en elemental justicia.-            

Así como se propicia que el Estado tiene que centralizar el comercio de granos y carnes, cabe también propiciar que el Estado tiene que centralizar la exploración, la explotación, la industrialización y la comercialización de los productos derivados de los hidrocarburos. Tenemos –otra vez- que desandar la descentralización de la política en la materia, derivada de la provincialización operada a partir de la reforma constitucional menemista de 1994. No puede quedar cada Estado local librado a su suerte o a su fuerza (que es algo así como la 24 ava parte de la fuerza nacional) a la hora de defender sus intereses y sus derechos en este sector de la economía. Los 24 distritos tenemos que sumar las fuerzas a una única Nación que nos contenga y nos represente y, desde allí, desde la re nacionalización, pelear por acceder a mayores ingresos tanto por la vía impositiva como por la de las regalías o de la producción propia. No debiera ser indiferente a la Nación que mientras un distrito percibe, por ejemplo, 18% de regalías, otro perciba, por ejemplo, 12%.-            

 Y la actividad financiera –que felizmente se va a empezar a discutir en el Congreso con la idea de salirnos de una vez de la ley de la dictadura militar- tiene que poder ser rediseñada en clave de ser un soporte de la actividad productiva y, en suma, de la justicia social, no sólo posibilitando el crédito a tasas razonables y accesibles sino también tributando equitativamente sobre la ganancia del sector.-            

Lo propio cabe respecto de la industria. Y de esta manera se obtienen ingresos que podrán sustituir los que eventualmente se pierdan por vía de la desojización o de las otras transformaciones e inversiones necesarias.-         

    En síntesis: la variable para la regulación entre la oferta de lo que hay para el pueblo y la demanda del pueblo que tiene que poder ser satisfecha, no necesariamente tienen que ser la inflación ni la remarcación de precios ni el incremento de la producción con costo medioambiental ni el enfriamiento de la economía ni el congelamiento salarial. La variable tiene que ser la renta del capital y la transformación de las matrices de producción, reparto y consumo, a partir de la planificación a mediano y largo plazo acometida por un Estado fuerte al servicio de los intereses del pueblo de la Nación, de sus progreso y felicidad.-            

En el año del Bicentenario de la Patria, sería bueno discutir sobre esta parte de nuestra agenda pendiente.-

Osvaldo LOPEZ, Ushuaia, 28 de abril de 2010.-