Iglesias no tuvo problemas y directamente vinculó a los Jefes Comunales del GBA con la venta de droga. Dijo, además, que estos mismos son uno de los peores males que aquejan a nuestro país. Mientras que Caparrós, minutos después, le contestó vagamente (cito textual): -Y sí… es muy probable que algunos Intendentes del Conurbano estén vinculados al narcotráfico.
Así, de una. Sin ofrecer ningún tipo de prueba escrita, oral o de imagen. Todo esto, en medio de una conversación elevada mediaticamente al rango de "debate": Iglesias y Caparrós, con Reynaldo Sietecase como mediador, discutían sobre si Elisa Carrió es de derecha o de izquierda. Les juro, discutían eso, en horario central y por un canal abierto.
Conozco a mucha gente que labura, milita, mantiene locales partidarios, pinta paredes, habla con los vecinos, en fin, gente que desarrolla un trabajo político y territorial descomunal, que si me lo pongo a pensar, reducen mi condición de activista a la de mero simpatizante.
Cuando escuchaba a estos dos, vociferar alegremente esas acusaciones (para que el operador del videograph tenga un epígrafe a mano) pensé en todos esos militantes que conozco y que se sienten muy identificados política y culturalmente con sus Intendentes. Pensaba también, que si Caparrós fuese una persona políticamente honesta, debería recorrer las Unidades Básicas del conurbano, para recomendarle a todas esas personas que no trabajen para narcotraficantes, que eso es algo que está mal.
Pero no, Caparrós e Iglesias prefieren esconderse en la impunidad que les ofrece lo que ellos gustan llamar "pensamiento progresista", y decir cualquier barbaridad en televisión (o en diario, una revista, lo que sea), como si estuviesen en la mesa de café.
Si ser progresista significa tener ideas pluralistas, democráticas, y ponerlas en práctica para lograr que todos vivamos en una sociedad mucho más justa, no hay ningún problema con eso.
Ahora, si el progresismo es el refugio adonde van a parar todos aquellos que detestan al peronismo, me parece un lugar perverso.
Hay una frase que el periodista Ernesto Tenembaum utiliza como muletilla: "lo más rancio de la política".
Tenembaum suele afirmar que Los Intendentes del GBA, pertenecen a "lo más rancio de la política". También cuando se refiere a algunos dirigentes sindicales, o cuando habla de algunos caudillos de las provincias, habla de "lo más rancio de la política".
Eso sí: nunca van a formar parte de "lo más rancio de la política" los dirigentes agropatronales que cortan rutas y derraman leche sobre el asfalto, ni los políticos del radicalismo que llevaron al país a la debacle institucional, y ni que hablar de los funcionarios socialistas de Santa Fe que (des) administran dicha provincia. Jamás.
Yo me siento identificado políticamente varios de los Intendentes del Conurbano, y no creo ser "lo más rancio de la política". Soy una persona que puede debatir ideas con cualquiera y hago, desde mi lugar, lo que creo mejor para mí país. No se que pensará Ernesto.
Otro ejemplo es el sociólogo Pablo Alabarces, que dice que yo pertenezco a una banda de xenófobos, racistas y discriminadores. Eso es lo que dice Alabarces de las hinchadas de fútbol, un fenómeno que afirma haber estudiado. Albaceres cita a Beatriz Sarlo para hablar de fútbol. Silencio piadoso.
Me gustaría que Alabarces vaya y le explique a mi madre mestiza, hija de un polaco y una entrerriana, y socialdemócrata desde hace décadas, que su hijo es xenófobo, racista, y discriminador, y que le cuente como llegó a esa conclusión.
La metodología de los Sicarios del Progresismo es siempre la misma: Desde una impostura de tipo piola, como hombres de lo que los multimedios llaman "la cultura", tiran el título que sirva para defenestrar a alguien.
Desde su insoportable levedad, estos personajes son una máquina de construir oraciones altisonantes para que estigmatizar y que no se note. Todo ello, por supuesto, muy bien adornado con esas palabras que gusta consumir "la gente" que necesita justificar su rechazo bien pensante hacia los sectores populares.
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