Por la planificación, el estudio del rival, la utilización de todas las variables que ofrece el juego, sin descartar ninguna, auque alguna rose la falta de respeto a la institucionalidad deportiva, nos pusieron el mote de “anti-futbol”. Hasta quisieron proscribir el legado del primer equipo chico en agrandarse, ganando la copa mundial de clubes en el año ‘68. Escupiendo el asado de los que venden más diarios y camisetas si ganan los que nacieron en cuna de oro sin necesidad de lucharla.
Luego se hizo escuela, se creó una identidad imborrable en el tiempo, marca indeleble, bautismo necesario para hacerse digno hincha de estudiantes. “Nadie nunca podrá negar su historia y su identidad futbolística”. Así son las cosas para el que se hace desde la cuna hincha de estudiantes. No se discute lo que somos, porque nos pesa mucho nuestra condición como para que alguien quiera flexibilizarla.
Y luego llegó la segunda generación, la que pasó de jugador a técnico. Siguiendo siempre la misma historia creada por Zubeldia, aunque habría que estudiar la prehistoria de nuestro club para saber si esto no viene desde antes, desde que los linyeras que pinchaban ratas con un fierro para alimentarse, los que se separaron de la oligárquica Gimnasia y Esgrima para dar nacimiento a nuestro club. Si, esta bien, ahora son parte del campo popular… no quiero crear controversia con esto.
Bilardo no puede ser negado por ningún argentino. Nuestra organización, nuestra visión del fútbol y de la vida incluye la libertad, es por eso que fue posible ganar y jugar bien, potenciando la estrategia colectiva sin dejar de potenciar las capacidades individuales. Porque el único héroe es el héroe colectivo.
Y no puedo dejar de pensar en la lealtad, de la hinchada, que nunca niega a un ex jugador o técnico, y el destino nos depara sorpresas como la vuelta de Ruso y Manera, Bilardo, Verón o Calderón, en difíciles condiciones, sin pedir más a cambio. Tenemos héroes y mártires, pocos traidores por suerte, si es que esta categoría no es demasiado exagerada.
Es bueno pertenecer a un club que cuando piensa invita a Osvaldo Bayer o Felipe Pigna a sala repleta, que no crea falsos ídolos, que cree en el valor de lo colectivo por sobre todas las cosas, que homenajea a todos los que lucharon por esta institución, sin distinción de éxitos o fracasos, categorías también extremas para nuestra lógica. Nunca nos creímos tanto y mucho menos tan poco. Siempre mantuvimos la humildad y los pies sobre la tierra para no sentirnos dioses, pero tampoco para sentirnos menos que nadie.
No somos rencorosos, nunca odiamos, ni somos egoístas, siempre pensamos nuestras conquistas en nombre del pueblo argentino, o latinoamericano, cuando volamos lejos. Cada vez que obtenemos un triunfo en el exterior pensamos en todos ustedes, créanme.
No nos asustamos ante la inmensidad de los desafíos, sepan que mucho más fácil es mantenerse en el anonimato o en la intrascendencia de mitad de tabla, ¿saben lo pesado que es estar nuevamente en una final de la Copa Libertadores? Más fácil es jugar al medio pelo permanente, sin tener que ser presos de nuestras propias hazañas.
Somos sujetos históricos y nos hacemos cargo, nos toque una etapa de avances o retrocesos. No pensamos solo en el triunfo, esa palabra que tanto nos achacan, la de “triunfalistas”, que solo les importa el resultado en detrimento del espectáculo. Que pavada. Además, como si esto fuera teatro.
Confiamos en que la sumatoria de todas nuestras fuerzas da un resultado superior a lo que cada uno aporta por separado. El triunfo y la derrota son categorías demasiado mundanas para nosotros. Además, si no pensamos en ganar, la victoria sería siempre de los mismos.
Acá se vive, se piensa, se es alguien. Es más que ser solamente argentinos. No se como podríamos vivir solo con la condición de nuestra nacionalidad. Acá tenemos una isla para escapar. Para ser parte de un mundo ideal, donde hay otras ideas, otros valores, otra prensa, otros entretenimientos, otros derechos y deberes, otras libertades plenas. Ni Tomás Moro podría haberla pensado mejor. Nuestro carnét no nos pesa, nos enorgullece. Ojala podríamos pensar siempre lo mismo de nuestro documento.