¡Y la libertad entró a Santiago!

¡Y la libertad entró a Santiago!

SANTIAGO DE CUBA.— Con los albores del 1ro. de Enero de 1959, Santiago, como toda Cuba, estalló con la noticia: ¡Se fue Batista!

A pesar de los 5 000 efectivos de la tiranía que se mantenían acuartelados en el Moncada, en balcones y ventanas de la oriental urbe se desplegaban banderas cubanas y rojinegras.

Solo algunos carros de patrulla, con policías y soldados, deambulaban despacio y conservadoramente por las calles, detallaría años después la memoria intacta del combatiente Miguel Deulofeu.

Fiel a su estirpe guerrillera, la ciudad se preparaba para la anunciada batalla final. Por Martí, San Pedrito y otros sitios ya se mezclaban los rostros barbudos, y la acción del vigoroso movimiento clandestino de la ciudad se agigantaba.

Días antes, y como otro escalón dentro de la llamada Operación Santiago, el Comandante en Jefe Fidel Castro le había dado al combatiente Reynaldo Irzula Brea la misión de armar y preparar hombres dentro de la ciudad.

«La orden de Fidel era tomar la ciudad, relató luego Irzula Brea en entrevista concedida al periodista Orlando Guevara. Me dijo que hiciera de policía. Le pregunté qué hacía la policía y me contestó: Controlar y evitar desórdenes, robos, asaltos, abusos… Me orientó que debían ser tomadas las posiciones enemigas, lo cual fue cumplido, pues ocupamos la Estación de Policía, los cuarteles de los masferreristas, el Vivac, el Gobierno Provincial y Municipal y la Marina. Se tomó la ciudad completa, menos el Moncada. Eso garantizaba que si era necesario combatir contra esa guarnición, no existieran fuerzas que pudieran atacar a los rebeldes por la espalda».

Así, ante el generalizado ¡Se fue, se fue…! de aquel primer día del año, los integrantes de las Milicias Clandestinas 26 de Julio se distribuían por las azoteas de los edificios altos, como el hotel Casa Granda, La Catedral, los colegios Lasalle y Dolores, y recorrían las calles para garantizar el orden y evitar que se repitiera lo ocurrido en agosto del 33…

Tras las victorias en Jiguaní, Baire, Contramaestre, El Cobre, Palma Soriano y Maffo el camino hacia el triunfo estaba expedito.

Por eso, a la vez que alistaba minuciosamente cada detalle para el inminente ataque a Santiago, en la mañana del 28 de diciembre de 1958, en las ruinas del central Oriente, Fidel se entrevistó con el general Eulogio Cantillo.

Los acuerdos fueron claros: el 31 de diciembre, a las tres de la tarde, el General haría el llamamiento para la renuncia del gobierno, los criminales de guerra serían detenidos y los cuarteles de Oriente se rendirían a los rebeldes. Explícito quedaba además el compromiso de no golpe de Estado y de no dejar escapar al tirano.

Sin embargo, antes del amanecer del 1ro. de enero, y violando lo pactado con el líder rebelde, se dejó escapar a Batista.

Primer mitin por la libertad —¡Levántate, que Batista se fue! Lo están diciendo por la radio.

De esa manera recuerda el combatiente Carlos Chaín Soler, coordinador del Movimiento 26 de Julio en Oriente y delegado del Comandante en Jefe en Santiago, su despertar el 1ro. de enero de 1959.

Eran alrededor de las 6:30 de la mañana, en el central América, donde había pasado la noche en compañía del jefe guerrillero, después de la cena de fin de año, y era el mismo Fidel quien le halaba las sábanas.

En lo adelante, el día sería una vorágine de acontecimientos.

Respondiendo rápidamente a las noticias procedentes de La Habana, y previendo lo que se gestaba, Fidel partió hacia Palma Soriano, adonde había enviado desde el 30 de diciembre, empaquetada sobre un camión y procedente de Charco Redondo, la planta de Radio Rebelde.

Poco después de las nueve de la mañana ya el Jefe de la Revolución estaba en la ciudad del Cauto. Las indicaciones de preparar los equipos e ir radiando avances ya se cumplían.

«Aquí Radio Rebelde, órgano oficial del M-26-7 y del Ejército Rebelde formando su cadena de la libertad con todas las plantas libres de Cuba y América, transmitiendo desde las puertas de Santiago de Cuba, territorio libre de Cuba.

«Aquí Radio Rebelde, todo el mundo en sintonía con la cadena de la libertad esperando declaraciones importantes del Comandante Fidel Castro, nadie se deje confundir por el golpe de Estado, por los sucesos, por la huida del tirano, esperen las declaraciones del Comandante en Jefe».

Se habían establecido en la casa ubicada en calle Aguilera 201, deshabitada y por esos días en poder del Movimiento 26 de Julio. El equipo de onda corta tenía problemas, por eso hasta la madrugada del 1ro. los técnicos se enfrascaron en su reparación y en establecer contacto con la emisora comercial local radio Valpín, también rota, y la que tampoco pudieron echar a andar.

A casi cuatro décadas de aquella jornada, dos de sus protagonistas, Ricardo Martínez, locutor-fundador de Radio Rebelde, y Miguel Boffil «Microonda», el técnico que se afanó para arreglar la planta que Fidel nunca supo rota, hasta hacer posible la transmisión, desgranaban recuerdos:

«Aquí en la casa de Aguilera 201, el Comandante en Jefe terminó de redactar el llamamiento y las instrucciones a los Comandantes del Ejército Rebelde que había iniciado en el trayecto desde “el América” hasta acá», recordaba en una entrevista el ya fallecido Ricardo Martínez. Al entrar y vernos a todos reunidos, preguntó: Bueno, ¿y qué hace tanta gente aquí adentro? Sólo Boffil y los locutores quedamos en la sala. Después fueron llamados uno a uno hasta que estuvo el staff histórico de Radio Rebelde completo».

«El equipo tenía dificultades que imposibilitaban grabar y transmitir al mismo tiempo —evocaba Miguel Boffil—; así se lo expliqué a Fidel. En un principio no me entendió, pero después accedió a hacer la grabación. Como hablaba tan alto todo se oía afuera; al terminar, nos sorprendió el aplauso del pueblo que espontáneamente congregado allí escuchaba por las ventanas. Más tarde Fidel salió y les dirigió la palabra: “No aceptamos el golpe de Estado: ¡Revolución, sí!”, les dijo. Fue la primera reunión de Fidel con el pueblo, el primer mitin de la Revolución victoriosa».

Aproximadamente a la una de la tarde del Primero de Enero saldría al aire la histórica grabación portadora de las instrucciones que harían fracasar el golpe de Estado, la orientación de no parlamentar y seguir combatiendo, la alocución al pueblo de Santiago de Cuba y las indicaciones a Camilo y el Che para la toma de Columbia y La Cabaña, respectivamente.

«Revolución, sí; golpe militar, no. Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución, NO, porque solo serviría para prolongar la guerra», dijo el Jefe revolucionario en su intervención.

Y concluyó: «Más unido y firme que nunca debe estar el pueblo y el Ejército Rebelde para no dejarse arrebatar la victoria que ha costado tanta sangre».

Con la firmeza de quien tiene aún un asunto pendiente, fue Fidel particularmente claro en su mensaje a la ciudad de Santiago de Cuba:

«La guarnición de Santiago de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las 6:00 de la tarde del día de hoy no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas.

«Santiago de Cuba: Los esbirros que han asesinado a tantos hijos tuyos no escaparán…

«Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía en tus calles los que te han oprimido durante siete años…

«Los militares golpistas pretenden que los rebeldes no puedan entrar en Santiago de Cuba.

«¡La historia del 98 no se repetirá! ¡Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba!».

De El Escandel al Moncada Luego de su alocución al pueblo y de impartir las órdenes desde Palma Soriano, Fidel avanza hacia Santiago. Está decidido a tomar la ciudad, pero al mismo tiempo desea evitar más derramamientos de sangre.

Disgustado por la traición del general Eulogio Cantillo y los intentos de golpe de Estado en la capital, llega a la zona de Mata Yegua (lugar de la carretera de Ramón de las Yaguas, más atrás del Alto de Villalón).

El día anterior, 31 de diciembre, había enviado una propuesta de rendición al coronel José Rego Rubido, jefe de la guarnición del Moncada, a través del reverendo Agustín González Seisdedos, quien fungiría como mediador entre el Ejército Rebelde y las fuerzas de la tiranía acantonadas en Santiago.

En el periódico Revolución del 8 de enero de 1959, el reverendo narra los pormenores de ese día. Por solicitud directa del entonces comandante Hubert Matos (luego traidor) se presentó en el cuartel Moncada ante el coronel Rego Rubido, quien le hizo saber que solo le entregaría la plaza militar al Comandante Fidel.

El reverendo Agustín González salió en busca del líder rebelde y lo encontró en Mata Yegua, desde donde todos se trasladaron hacia el Alto de Villalón. Por la planta de microonda del carro de Fidel, según contaría el mediador, se convoca al coronel Rego Rubido a que se traslade a territorio rebelde para la entrevista con el Comandante.

Narra el reverendo Agustín González que a las tres de la tarde llegó el coronel batistiano. Fidel le hace saber su oposición al golpe de Estado y requiere el traslado de la oficialidad del Moncada a El Escandel, zona montañosa en las afueras de la ciudad, para imponerle de la situación: hay que entregar la guarnición de Santiago de Cuba al Ejército Rebelde.

Con el coronel Rego, de regreso al Moncada, va el Comandante Raúl Castro.

El Moncada se rinde ante Raúl Cinco años, cinco meses y cinco días después del 26 de julio de 1953, en que como parte de la Generación del Centenario participó en el asalto a la fortaleza, vistiendo uniforme verde olivo con estrellas en los hombros, entró el entonces Comandante Raúl Castro al cuartel Moncada, para rendir la plaza.

En testimonio ofrecido al periodista Carlos Sanabia Marrero, el 28 de enero de 1998, el hoy Presidente de los Consejos de Estado y Ministros reviviría los momentos en que, cumpliendo las instrucciones del líder de la Revolución, volvió a entrar en el cuartel para llevar su oficialidad a legalizar la rendición ante Fidel en El Escandel.

«Fue distinto. Me iban dando vítores… Llego al despacho del jefe del regimiento, era Rego Rubido, un coronel, el jefe; me pidieron que les hablara, y digo, a eso vine: empujé contra la pared el buró del despacho del jefe del regimiento, en el mismo lugar en que me interrogaron cinco años y medio antes.

«En la pared había un retrato de Batista y otro del jefe del Ejército, Tabernilla. Di un salto, me subí en el buró y les dije un discurso breve: vengo en nombre del Jefe de la Revolución… Cuando terminé, me aplaudieron; me viré, arranqué el retrato de Tabernilla y se lo di al Jefe del Regimiento. Arranqué el de Batista, lo alcé y se lo estrellé en el suelo, gritando: ¡Viva la Revolución!

«El jefe del regimiento no se atrevía a tirar el retrato del jefe del Ejército, y le digo: ¿Qué pasa? Por fin lo tiró y vuelvo a meter otro grito: ¡Viva la Revolución! ¡Viva Fidel!».

Más tarde Raúl habla a la masa de soldados, sargentos y demás oficiales, en el Polígono de la fortaleza.

«Bajamos, y allí debajo de la bandera del 26 de Julio y desde ese mismo balcón, sin micrófono, a capella, empecé a decirles algo parecido a lo que les dije a los oficiales… Constantemente me interrumpían diciendo, todos así armados: ¡Gerolan, gerolan!

«Me viro hacia uno de los oficiales y les digo: ¿Qué es eso de gerolan? Nadie me respondía, hasta que agarro a uno por el pecho. Era un teniente, que me explicó: “Mire Comandante, el gerolan es el plus que les pagan por estar en campaña, creo que eran 25 ó 30 pesos, y los jefes se los roban y no se los han pagado”.

«Digo, ah, está bien… Mañana tendrán gerolan. Entonces siento como un trueno y pregunto: ¿Y eso qué es? Me dicen: “Comandante, esos son los presos; pero no los suelte, son delincuentes”. Digo, mándenles un aviso, que cuando acabe aquí voy allá abajo; y así lo hice.

«Cuando bajé estaban que no cabían ni acuclillados, menos, sentados. ¡Eran tantos! Me pidieron, que ya que Batista se había caído los pusieran en libertad. Digo: cuando el cuartel esté en nuestras manos, los pondremos en libertad.

«Cuando salí, esos mismos soldados me cargaron; una multitud me llevó en hombros hasta la casa de un sargento de Batista; allí me tuve que quedar y esperar que Fidel llegara».

En ómnibus se desplazó la oficialidad del Moncada, acompañada por el reverendo Agustín González y el coronel Rego Rubido hasta la casona de El Escandel, a unos seis kilómetros de El Caney, propiedad en esos momentos del comerciante italiano Ciro Napolitano, y que su dueño, temeroso ante el avance de las tropas rebeldes, había abandonado.

Allí, alrededor de las nueve de la noche, tuvo lugar el encuentro con el Comandante en Jefe. Fidel les dice que sería inútil cualquier resistencia, pues la ciudad caería en manos rebeldes de cualquier forma; la justicia revolucionaria solo se aplicaría a quienes hubieran cometido crímenes y los jefazos (Batista y Tabernilla, fundamentalmente) habían huido y les habían dejado abandonados.

Finalmente la guarnición del Moncada, de más de 5 000 hombres, se rindió ante el Ejército Rebelde. La batalla anunciada de (por) Santiago, no fue, y Fidel y su tropa entraban a la ciudad sin apenas disparar un tiro.

Balcones abiertos a la Revolución Pueblo en el parque Céspedes. Entre las 7:00 y las 10:00 de la noche del 1ro. de Enero de 1959 las tropas del Ejército Rebelde entraron en Santiago de Cuba. El Escandel-Carretera del Caney-Garzón… Carretera de Mar Verde-Refinería-Martí… Camino de El Cobre-Marimón… y Carretera Central-Quintero… En medio de un desbordado mar de pueblo, que les saludaba entre vivas y abrazos, y por sus diferentes vías de acceso, entraron a la urbe las columnas guerrilleras, ubicadas desde días antes en posiciones cercanas.

«El recorrido de mi columna fue lento, debido a la gran cantidad de personas que en las calles festejaba el triunfo; ello influyó poderosamente en la psicología de las fuerzas de la tiranía hasta la rendición». Así valora aquellos momentos Walfrido Ferriol, combatiente del Tercer Frente Oriental, quien penetrara a la ciudad por la Carretera de Mar Verde, para participar en la toma de la Policía Marítima.

«Poco tiempo después fui a mi casa, que estaba cerca de la Policía Marítima. Nos dieron café y todos querían abrazarme, saludarme, besarme…».

Emoción similar reencarna por estos días el combatiente Manuel Franco Rodríguez. «Nunca había visto tanta gente concentrada. Mujeres en bata, hombres en pijama… corrían detrás de nuestros carros, saludándonos, pidiéndonos un brazalete, una balita…».

Entre gestos de alegría popular, al filo de las 11:30 de la noche, llegó Fidel a la emisora provincial CMKC, Radio Oriente.

Noel Pérez y Jorge Enrique Mendoza en CMKC. Los azules ojos de Noel Pérez Batista, el joven combatiente que puso la radio oriental a disposición del triunfo, encadenó y condujo la Cadena de la Libertad y se mantuvo todo el día orientando al pueblo en aquellas horas decisivas, desafían ahora el tiempo.

«En cuanto Fidel llega le pido unas palabras para el pueblo que se agolpaba apretujado en la calle. Dijo que había que continuar alertas para consolidar el triunfo que todavía no se había logrado.

«Cuando sale a la ventana, dándome unos golpecitos en el pecho me pide grabe un disco con el Llamamiento a la Huelga General para toda la Isla. Jorge Enrique Mendoza y yo redactamos el Llamamiento, que él aprobó, y lo grabamos en las dos voces.

«Más tarde me dice: “Ahora mismo encadene las emisoras y comunique que en un momento se hará un gran acto, un mitin de masas en el parque Céspedes, donde hablarán dirigentes de la Revolución y yo haré el resumen”».

El parque Céspedes fue entonces un gigantesco coro de voces: voces claras, voces roncas y un verdadero abrazo.

Tropas rebeldes desfilan en el parque Céspedes. «Allí —desgrana recuerdos Noel—, se cantó el Himno Nacional, se izó la bandera cubana, hablaron varios compañeros, y al final Orestes Valera presentó al Comandante Fidel Castro.

«Aquello fue apoteósico. La ovación se prolongó por varios minutos y los gritos y vivas a la Revolución se sucedían ininterrumpidamente, hasta que Fidel pudo hablar: «¡Santiagueros, largo y duro ha sido el camino, pero al fin hemos llegado a Santiago de Cuba!”. Entonces lo volvieron a interrumpir los aplausos.

«Cuando retoma el discurso, nombra a Santiago de Cuba como Capital Provisional de la República y reitera lo que había dicho por la tarde: que esta vez sí los mambises entrarían en Santiago».

La voz del líder fue viril, casi mítica, y sus razones enhiestas, imperecederas. Cuando terminó, usando el verbo de uno de los protagonistas, los claros del alba habían quebrado la oscuridad de la noche, y surgía, de la penumbra, un nuevo amanecer histórico.

Fuentes:

*Miró Argenter, José: Crónicas de la Guerra, Ediciones Huracán, tI,p.103-105, La Habana, 1970.

*Almeida Bosque, Juan: La Sierra Maestra y más allá, Editora Política, La Habana, 1996.

*Periódico Revolución, 1-8 de enero de 1959.

*Isabel Villarubia Cabrera, profesora titular ISP Frank País.

—Periódico Sierra Maestra, 24 de diciembre de 2008.